Alevoso homicidio e incontables otros abusos cometidos por María Elena Ríos Elizalde, INAPAM y el DIF |
Alevoso homicidio e incontables otros abusos cometidos por María Elena Ríos Elizalde, INAPAM y el DIF En complicidad con la Policía Municipal en Mazatlán, Sinaloa, México Roberto Patrón Zepeda (Denunciante) rpatronz@gmail.com https://plus.google.com/+RobPatron
Última actualización: Septiembre 02, 2014 - 4:02 a.m.*
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ÍNDICE GENERAL* |
Tomo 1 Alevoso homicidio cometido por María Elena Ríos Elizalde, INAPAM y el DIF en Mazatlán Tomo 2 Tomo 3 Tomo 5 Tomo 6 * Este índice está aún en proceso de elaboración; esta serie de archivos es mucho más numerosa. |
Alevoso homicidio cometido por María Elena Ríos Elizalde, INAPAM* y el DIF en perjuicio de Leopoldo Patrón Jiménez, en Mazatlán * Llamado antes INSEN (Instituto Nacional de la Senectud). A finales de 1997, comencé a padecer una gran cantidad de abusos por parte de casi todos los miembros de la familia Gaeta Ibarra, quienes nacieron y/o cuando menos crecieron en la casa con el número 1020 de la calle Constitución (en el centro de Mazatlán, Sinaloa, México), y que está exactamente enfrente de mi casa, cuyo número es el 1027 en esa calle, cuando debido a no corresponder a las muestras de interés de Wendy Gaeta Ibarra, ésta y casi todos los demás miembros de esa familia iniciaron y mantuvieron durante años una patológica campaña de pretendido convencimiento mediante una extraña alternada combinación de múltiples agresiones y muestras de interés. Sus agresiones, sin más "motivo" que mi indiferencia, llegaron a hacerse tan serias y tan frecuentes, que me vi obligado a dejar mi domicilio e irme a vivir a otro lugar, a fin de poder concentrarme en mi trabajo en la investigación científica y seguirlo llevando adelante. Esto, sin embargo, implicó los grandes inconvenientes de no tener una casa propia donde vivir. Como consecuencia de esto, el 3 de marzo de 2005 me trasladé a la ciudad de México, llevando los cuadernos esenciales de los resultados de mis investigaciones de muchos años y casi nada más en dinero que lo del pasaje de ida, con la intención de buscar ayuda económica en la embajada de Estados Unidos, puesto que ya antes la había buscado en México sin conseguirla. Sin embargo, en dicha embajada me dijeron que no había allí ningún departamento o persona encargada de atender este tipo de peticiones. En mayo de ese año, mientras continuaba yo en la ciudad de México, recibí y leí, en una computadora pública, un email en que una sobrina, Ana Karen Amezcua Patrón, hija de mi hermana Norma Patrón Zepeda (Norma Patrón de Amezcua), me informaba que mi padre, Leopoldo Patrón Jiménez, había muerto; lo cual me dejó perplejo y me consternó, porque habiéndome dicho ella misma, en ese email, que mi padre había muerto en dicha vivienda en el número 1027 de la calle Constitución, supe, y después confirmé totalmente de muchas formas, que su muerte había sido consecuencia, muy lógicamente, de que, con 83 años de edad, habiendo sufrido un infarto al corazón y estando muy enfermo de angina de pecho (desde más de diez años atrás), y extremadamente débil (porque además había sido operado relativamente poco tiempo antes de su muerte), había sido abandonado, completamente solo, por mis hermanos y hermanas* en dicha casa en la calle Constitución (en los años previos a ello él vivía con una de sus hijas, Sara María Patrón Zepeda, en otra casa, de ella, y la casa en que murió llevaba años abandonada), irónicamente inmediatamente a un lado de la sede del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM) en el número 1029 de la misma calle, en el centro de Mazatlán (en el estado de Sinaloa), coordinado por entonces (al igual que actualmente) por María Elena Ríos Elizalde. Lo abandonaron en ese lugar, a una muerte segura, muy poco tiempo después en el mismo mes de marzo de 2005 de que fui a la ciudad de México, aprovechando sus otros hijos para ese inhumana inducción a la muerte, mi temporal ausencia de Mazatlán.
Al regresar a Mazatlán, supe que, extrañamente, el cuerpo de mi papá había sido cremado, pese a no sólo no haber pedido él jamás tal cosa, sin haber expresado incluso su preferencia por ser sepultado. Cuando fue allí abandonado, mi papá estaba extremadamente delgado, apenas podía caminar unos pocos pasos y necesitaba cuidado continuo, y, sin embargo, fue dejado en una casa (su casa), totalmente solo y a muchos kilómetros de distancia de las casas donde vivíamos todos sus hijos. Estando físicamente tan débil que desde hacía más de cinco años, no podía abrir ni cerrar la puerta, por entonces de madera, de la entrada de la casa, porque ésta estaba del todo caída (las bisagras ya no hacían más que mantenerla verticalmente, pero con todo su peso descansando sobre el piso), desde más de 15 años atrás, y era muy pesada, y por ello había que levantarla y/o arrastrarla sobre el suelo para poderla mover para abrirla o cerrarla. Levantarla o arrastrarla era algo muy difícil* hasta para cualquier adulto joven y con buena condición física, e imposible del todo para él desde muchos años antes.
Por esto, no es en absoluto exagerado decir que mi papá fue literalmente sepultado vivo, hasta morir de esa manera, y por causa muy probablemente por no decir que seguramente de ello. Al regresar de la ciudad de México, en diciembre de 2005, entré de nuevo a esta casa en que mi papá murió sepultado vivo. Encontré aquí un teléfono fijo, de cable corto y teclas grandes, que no había antes de ser mi padre abandonado aquí, y que ahora estaba en el mismo cuarto en que él durmió durante esa sepultura en vivo. Pero ¿para qué hubiera servido ese teléfono en el caso de una emergencia en la que muy probablemente iba a encontrarse en cualquier momento, tomando en cuenta que sus familiares más geográficamente cercanos estaban a kilómetros de distancia, y además probablemente alguno(s) de ellos no estaría(n) en su(s) casa(s), o incluso estando no contestaría(n), como en muchas ocasiones ha ocurrido? En ese tiempo y desde mucho tiempo atrás, el estado de salud de mi papá era tan precario y tan visiblemente delicado (física y emocionalmente), que era en extremo y de inmediato obvio, desde la primera vista, que lo que necesitaba para continuar viviendo como cualquier ser humano promedio, esto es, como un mínimo de cuidados y de atenciones (sin mencionar la dignidad humana, que en México está por debajo del mínimo en el promedio), era, en parte y esencialmente, tener a su lado, dentro de la misma casa cuando menos, permanentemente una persona que lo atendiera y cuidara al menos en lo que a su estado de salud se refería, si acaso ninguno de sus familiares quería o podía darle otro tipo de atenciones también esenciales, como, por ejemplo, el hacerle sentirse amado, sobre todo por aquellos por los que a través de gran parte de su vida (en cierto modo de toda su vida) se sacrificó y trabajó en extremo para darles lo mejor posible según sus humildes alcances, que, vistos en retrospectiva, nunca dejan de asombrarme por lo mucho que, para su sueldo y su humilde trabajo, nos dio materialmente, y sobre todo por el hecho de que, en medio de todas sus limitaciones materiales además de la temprana pérdida de su esposa que supuestamente podían llevarlo a la amargura y la aspereza o incluso violencia en el trato a sus hijos, fue siempre, sin embargo, un singular ejemplo de amor y cariño a nosotros. Pero un ejemplo no correspondido, e incluso pagado exactamente con lo opuesto de todo lo bueno que, con extremados sacrificios, nos prodigó a sus hijos, sin abusar nunca de nadie, hijos o no, y en muchos casos padeciendo abusos de otros largo tiempo. En tales especialmente precarias condiciones de salud, es imprescindible tener, si no a alguien físicamente tan cerca que esté todo el tiempo dentro de la misma habitación, cuando menos a alguien dentro de la misma vivienda, a no más de unos 15 metros de distancia, a quien pueda llamársele por interfono mediante la sencilla acción de oprimir un botón, y no, por supuesto, tener que marcar todo un número de teléfono a fin de, si se tiene suerte para ello, encontrar a alguien a kilómetros de distancia, que, en este caso, probablemente ni siquiera acudirá inmediatamente. En el caso de un infarto al corazón, por poner un ejemplo, o de una caída o algún otro accidente, la persona en un caso como este se verá, casi seguramente, imposibilitada de marcar todo un número de teléfono, y, obviamente, la reacción, por rápida que fuera, de alguien que se encuentra a kilómetros de distancia, muy probablemente, y seguramente en muchos de estos casos, será demasiado ya tarde, y tendrá consecuencias fatales. Esto es tan obvio, que no es por otra causa que hasta los sanatorios más modestos hacen justamente eso, normalmente: tener al menos una enfermería situada a una distancia no excesiva, de no muchos metros, de donde están los pacientes, y, por supuesto, no teniendo estos teléfonos con series de números que tengan que marcar, e incluso recordar para ello, en casos de emergencia. Porque si bien es cierto que mi papá sabía ya de memoria algunos de los números de teléfono de sus hijos, también es cierto que en determinados accidentes y problemas de salud, el afectado puede incluso verse en serias dificultades para recordar un número de teléfono, por más familiar que éste le sea. Estos son conocimientos tan extremamente elementales en cuanto a salud y prevención de problemas en esta materia, que no es preciso estudiar medicina y ni siquiera enfermería para que toda persona común y corriente los perciba y los comprenda de inmediato, y esté en todo momento del todo consciente de cada uno de ellos, así como de otros que a continuación mencionaré. ¿Fue, entonces, ese teléfono puesto aquí, al sepultar vivo a mi padre, realmente con la intención de salvarle la vida en uno de los muchos previsibles casos de alto e inminente riesgo a los que inhumanamente fue empujado en tales condiciones de abandono y aislamiento? Es muy obvio que no, porque es en extremo evidente, para cualquier ser humano normal, que ese teléfono en realidad no iba a servir en este caso para casi nada, excepto para maquillar un poco, ante la extremo laxa y casi inexistente conciencia moral de los propios victimarios, la extrema vileza con que cometieron este muy claro homicidio, dolosamente y no por mera negligencia en absoluto. Más de cuatro años después, el 24 de agosto de 2009, Daniel Patrón Zepeda (véase también en su Facebook y en su Google+), uno de mis hermanos que más activamente participaron en la decisión, planeación y perpetración de este homicidio y, posteriormente a ello, en graves represalias en mi contra, incluido un secuestro y grave envenenamiento durante años (y múltiples otros abusos), a fin de acallar mi denuncia de este muy cruel parricidio, trató defectuosamente de borrar la evidencia de esta sepultura en vivo, cambiando esa puerta por otra, y a la vez así dejando clara su plena conciencia del serio delito que cometieron. Pero no consiguió borrarla, por varias causas: en parte, porque no se tomó la molestia de deshacerse de esa puerta por completo: aún está en la casa (que ahora yo habito, por herencia de mi papá) en la parte frontal y a la vista desde la calle. Por esto, esta puerta aún puede pesarse; y aunque nueve años después ya ha perdido en gran parte su peso de ese entonces por efecto de las termitas y debido a haberse podrido por la lluvia y el Sol a que ha estado expuesta todos estos años, pesa 29 kilos, actualmente. A esto habría que sumar una hoja de triplay de igual ancho (113 cm) y alto (1,90 m) de la cual ya se desprendió a pedazos más del 99% de su peso de aquellos años. Y habría que sumarle también alrededor de 10 kilos perdidos por putrefacción y oquedad que en ella al paso de estos años le han ido causando dichos agentes de deterioro, así como también el peso de la cerradura, que ya no conserva en la actualidad.
Además, del hecho de que esta puerta aún estaba en "función" en esta casa incluso años después del 2005 pese al inútil intento que Daniel hizo en agosto de 2009 por ocultar esta clara evidencia de su parricidio, reemplazándola por otra hay clara constancia en el video de Google Maps tomado y publicado desde abril de 2009: |
En estas imágenes claramente se distingue que en la puerta en estas fechas, abril de 2009, ya la capa más superficial del triplay que la cubría estaba incompleta, al irse desprendiendo poco a poco, por la acción de la lluvia y el Sol. El número exacto de esta casa es 1027, en la calle Constitución (en Mazatlán, Sinaloa, Mëxico). Para ver estas imágenes en Google Maps, sólo haz clic en cualquiera de estas dos imágenes.
El 25 de agosto de 2009, un día después de que Daniel hizo cambiar la puerta de madera por una de metal, visité esta casa y tomé algunas fotografías en ella, en algunas de las cuales, como las que muestro abajo, aparece este cambio recién hecho.
En esta foto se alcanza a ver claramente que por entonces la puerta de madera aún conservaba, muy deterioradamente, gran parte de la hoja de triplay que la cubría por el lado exterior. El hecho de que la única intención de Daniel al hacer este cambio de puerta fue deshacerse de esta importante parte de la evidencia de las condiciones en las que empujaron a la muerte a mi papá, es notorio no sólo en el hecho de que no hicieron el cambio cuando supuestamente hubiera sido "oportuno", es decir, antes de abandonar a mi papá, sino también en el hecho de que tras hacer el cambio Daniel no se tomó nunca la molestia ni nadie más de los interesados en ello de poner vidrios en las ventanas de la nueva puerta, y mucho menos en resanar los agujeros que en la pared se hicieron para este apresurado y descuidado cambio, como puede verse en las fotos más abajo mostradas. |
Además, en el umbral en que hasta el año 2009 esa puerta estuvo, hay todavía en el mosaico los notables surcos que esta puerta de madera produjo tras ser arrastrada sobre él piso a lo largo de muchos años. Surcos que sobre el mosaico esa madera, no muy dura, solamente llegó a causar como resultado de ser muy pesada y arrastrada en miles de ocasiones, a lo largo de muchos años. También conservo algunas grabaciones de audio de momentos en que voy entrando a la casa o saliendo y se produce, en esos instantes, el rechinido de la puerta al ser arrastrada pesadamente sobre el piso.
El 25 de agosto de 2011, dos años después de las fotos arriba mostradas, visité de nuevo esta casa y tomé otras fotografías, que muestro a continuación. En estas se distingue que la mitad de lo que dos años antes quedaba de la cubierta de triplay ya había desaparecido, desprendiéndose poco a poco por putrefacción de la madera.
El 27 de septiembre de 2011, tomé esta y las siguientes dos fotografías.
Tomando en cuenta las circunstancias en que mi papá fue abandonado y las condiciones y el estado tan precario de salud en los que en ese tiempo (y desde mucho tiempo atrás) se encontraba, aunado con el hecho de que siempre fue de todos sus hijos (y otros parientes cercanos) conocida sobradamente una tendencia depresiva en él, es obviamente necesario preguntarse algo cuya respuesta es de sobra evidente: ¿existe acaso alguna duda de que toda persona adulta normal e incluso todo niño desde 5 años de edad estaría totalmente consciente de las consecuencias fatales que ese abandono acarrearía? Habida cuenta de lo antedicho, es evidente que en este caso no se trata de saber si este homicidio fue, desde el punto de vista jurídico, doloso (voluntario) o involuntariamente culposo (por mera negligencia), porque en consideración a tal absoluta consciencia es totalmente patente que no pudo haber sido más que doloso, es decir, con la plena conciencia de que a consecuencia de ello al poco tiempo y de manera cruel, dolorosa (cuando menos emocionalmente) y totalmente injusta mi papá moriría con toda seguridad. Y además fue premeditado, no impulsivo, puesto que mis hermanos, cuando menos en su mayoría, previamente platicaron entre sí al respecto y, enseguida, de manera unánime (sin ninguna oposición de ninguno de ellos) varios de ellos prepararon durante días el lugar en el que iban a sepultarlo, es decir, la casa en que lo abandonaron, sin opción para él de salir de allí y siendo incapaz de valerse por sí mismo. A este respecto, hay solamente una pregunta por responder, y ésta corresponde al ámbito de la medicina psiquiátrica: ¿podemos considerar que personas que toman decisiones como esa están mentalmente sanas, o debemos considerarlas como aquejadas de un trastorno antisocial? Y esta pregunta cobra relevancia mucho mayor en cuanto tenemos también en cuenta las maneras en que varios de mis hermanos han tratado de "resolver" ese problema de la posible ventilación de ese homicidio, es decir, mediante cometer otras muy graves injusticias, con el claro en extremo objeto de evitar su emergencia a la luz pública. Sea cual sea el concepto psicológico o psiquiátrico que se considere aplicable a este caso, es por completo claro que estas personas, y quienesquiera que nos encontremos dentro de esta misma sociedad, y dentro de este mismo planeta,* estamos en apremiante necesidad de un cambio en o de esa gente, si no en su manera de ver y sentir las cosas, cuando menos en la libertad de su conducta o en las responsabilidades que se confían y se ponen bajo su cargo, de modo tal que ese tipo de injusticias u otras similares no se repitan ni se reproduzcan; porque de otro modo es indudable que en cualesquiera momentos ante cualesquiera otras personas indefensas pueden reincidir y haberlo estado haciendo desde su primera vez, y con la misma facilidad con que en este caso se cometieron.
Y lo mismo exactamente en cuanto al muy "curioso" hecho de que este homicidio haya sido cometido no solamente en una casa ubicada inmediatamente a un lado de la sede de INAPAM (Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores) en Mazatlán, y no solamente con el absoluto conocimiento por INAPAM de su perpetración, sino además con la activamente anuente participación también de ese instituto, y por supuesto de su entonces (2005) y actual (2014) coordinadora municipal María Elena Ríos Elizalde. Si bien antes he señalado en mi padre una tendencia depresiva consabida sobradamente por todos sus hijos y otros parientes, no sería necesario añadir y, sin embargo, lo tengo que hacer en vista de la ignorancia supina que en INAPAM y el DIF se está tratando de fingir a este respecto que en la tercera edad en general se tiende a la depresión mucho más que entre los adultos de menor edad y que incluso entre los niños, por causa natural del progresivo deterioro en las capacidades que es característico en el envejecimiento, tal como mencioné a María Elena Ríos Elizalde en diciembre de 2007, sin haber necesidad de hacerlo en realidad habida cuenta de que tal información es tan fundamental que ningún ser humano adulto normal la puede ni debe ignorar, y con mayor razón ningún empleado de INAPAM ni de la Casa Diurna (debido en parte a su experiencia en el contacto cercano con numerosos ancianos), y muchísimo menos aún la coordinadora, de tal instituto y establecimiento, María Elena Ríos Elizalde.
Es asombroso que el muy evidente homicidio de un anciano como en este caso, haya sido cometido, y con ese grado de descaro tan elocuente de la asombrosa normalidad que las injusticias en México alcanzan, prácticamente "en las narices" de INAPAM y más todavía que su perpetración haya sido con la complaciente participación activa de este instituto. María Elena Ríos Elizalde podría ingenuamente intentar una salida fácil alegando simplemente la edad avanzada de mi papá cuando ella y mis hermanos/as lo mataron, parecidamente a la en extremo absurda explicación que intentó Sara (Patrón Zepeda), mi hermana e hija también de mi padre, simplemente diciendo que la causa de que mi papá muriera muy poco tiempo después de que lo mataron abandonándolo fue que él presentía que ya se iba a morir. Aunque en este caso en particular sé con gran seguridad que eran muy altas las probabilidades de que mi papá viviera durante años más en el caso de haberse encontrado en apropiadas condiciones en lo social y lo emocional, si aplicáramos de modo general esa amañada justificación de tan viles acciones en cuanto a la gente de edad avanzada, llegaríamos entonces al extremo absurdo y en extremo injusto grado de abandonar de esta manera a todos los ancianos simplemente porque suponemos que de todos modos muy probablemente no van a vivir mucho tiempo más, argumentando esa supuesta cercanía natural a la muerte. Aunque la realidad es que no podemos, en modo alguno, predecir con toda exactitud que, por ejemplo, una persona de 80 años de edad va a morir por causas naturales 5 ó 20 años después, por más que a ciencia cierta sí sepamos que algún día como cualquier otro ser vivo va a morir y que hasta lo que ya le resta de existencia es menos que lo que ha vivido. Esto de hecho es muy variable de un caso a otro, y además es altamente impredecible hasta la actualidad (y nunca llegará a ser predecible de un modo perfecto), cuando menos y sobre todo cuando ni siquiera se realiza para ello ningún estudio científico en algún caso en particular, como no se hizo en el caso de mi padre. Y si la ciencia en un momento dado (en algún mundo creado por la fantasía) pudiera predecir con absoluta precisión e infalibilidad, mediante estudios genéticos por ejemplo, cuánto tiempo cada cual va a continuar viviendo, entonces la gente tan vil como María Elena Ríos Elizalde tendría cuando menos que echar mano de esos estudios antes de tomar una decisión de abandonar de ese modo a cualquier anciano y cuándo hacerlo. Pero obviamente incluso en semejante caso sería enorme la injusticia cometida con la sola acción de abandonar a alguien bajo el por demás ridículo argumento de que a ciencia cierta e infalible ya sabemos que tras un determinado tiempo relativamente breve va a morir de todos modos de manera natural. Es muy claro, entonces, que en este caso María Elena Ríos Elizalde, en "colaboración" con mis hermanos/as, cometió dos serias injusticias: decidir que mi papá debía ser de ese modo abandonado simplemente porque a causa de la edad avanzada de él ella dispuso la arbitrariamente cómoda suposición de que de cualquier modo él moriría naturalmente unas pocas semanas después; y además la grave injusticia de semejante arbitrariedad, al decidir cuánto tiempo más de una manera natural a él le quedaba de existencia sin haberle hecho para ello ningún estudio de ninguna índole, y mucho menos científicamente calificado, y aún mucho menos por supuesto de total precisión e infalible. Cualquiera en posesión de un mínimo de sensatez y sensibilidad social sabe y entiende, con absoluta claridad, que este abandono muy probablemente, por no decir que seguramente, implicó la doble injusticia de inducir una muerte en un tiempo previo al que en condiciones normales de vida hubiera llevado, y al mismo tiempo la crueldad de haberle impuesto un tan deplorable periodo final en su vida. El hecho de si mi papá hubiera vivido más o no en condiciones normales de vida, y cuánto tiempo más lo hubiera conseguido, en realidad no debe estar en discusión en un caso como este, en el que lo único importante es que innegablemente es extrema la doble injusticia de abandonar así a alguien con predicciones tan campante y subjetivamente fantasiosas, y la acción tan inhumana de imponer en alguien inocente e indefenso semejante forma de morir simplemente porque, a tal juicio arbitrario, ya "va de salida". Este último muy obvio abuso es, pero a un grado en que es del todo lógico calificarlo como atrocidad, análogo a ese cotidiano abuso contra mucha gente que al bajarse de un camión de transporte público, es sometida al evidente riesgo de sufrir un accidente, incluso grave, y a pasar la humillación, de tener que literalmente saltar del vehículo en marcha, simplemente porque el conductor consideró que de todos modos ya su pasajero estaba por bajarse del camión. ¿Qué de malo tiene entonces estos abusivos conductores se parecen preguntar apresurar de esta manera la bajada en el camino? Decir que es justo abandonar a un anciano a morir de este modo, esto es, dicho ya sin tapujos, causar una muerte, matar a un anciano (esto es obviamente lo mismo, exactamente, que lo dicho previamente) sólo porque ya está cerca de morir, sería exactamente lo mismo que intentar justificar el matar a cualquier persona, de cualquier edad, en cualquier momento, simplemente porque de cualquier manera algún día va a morir por causa natural o de otra índole. La "lógica" es análoga y de un grado tan extremamente absurdo en ambos casos. Entre todas las formas posibles de pensar y proceder en relación con los ancianos, ésta es sin duda la más injusta imaginable, como si se les tirara a la basura, vivos, como cosas, como cosas que ya han caducado o simplemente por haber pasado ya su vida útil. No hay en realidad ninguna diferencia entre esto y la extremada atrocidad de echar literalmente a un bebé a la basura, vivo, a una muerte del todo segura al igual que cualquier material de desecho que, muy poco después, ha de ser incinerado, porque ya a algunas personas no les sirve. Y curiosamente, este modo de actuar tan abominablemente injusto que no logra figurarse nadie algo aún más cruel en el trato a un anciano cualquiera, es precisamente el que María Elena Ríos Elizalde eligió, con el máximo lujo de prepotencia, matando a mi padre (en complicidad con mis hermanos y mis hermanas), como la en extremo prostituta coordinadora que sigue siendo del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM),* en Mazatlán, ciudad tras la cual, con singularmente pasmosas corrupción e ineptitud, por desgracia aún opera como raíz de toda esa pésima tóxica yerba el cada día más y más diminuto sedicente alcalde Carlos E. Felton González.
Y si participar en esta forma de homicidio es indescriptiblemente lamentable y, por supuesto, imprescindiblemente reprobable y castigable cuando el victimario es cualquier ciudadano, ¿qué podemos decir en cuanto a un caso tan irónico como el de que quien lo comete es precisamente quien desempeña un cargo cuyo supuesto objetivo esencial es proteger a los ancianos? Pero esto está muy lejos de ser simplemente algo extremadamente absurdo, sino que también, y principalmente, es extremadamente peligroso; en extremo peligroso y extremadamente irresponsable poner en manos de alguien de tan asombrosamente abyecta índole y conducta en lo moral, tantos ancianos, con esa fe tan ciega con la que el gobierno de Mazatlán lo ha venido haciendo, desde hace muchos años,* con esta homicida dolosa, cuya desvergüenza y contumacia en su vileza han llegado hasta el grado de, no conforme con haber matado vilmente a mi padre, todavía robarme, con todo el lujo de prepotencia que en el gobierno es habitual, de mi medio de trabajo y de gran parte de mis libros, y, encima de ello, estarme agrediendo casi de un modo continuo, mediante obstruirme la salida de mi casa para trabajar, desde hace casi un año, y echarme con frecuencia bolsas llenas de basura en la banqueta de mi casa, simplemente porque le molesta el hecho de que cuando prepotentemente mata a alguien, alguien más publique esa injusticia, aun cuando, por exceso de prudencia, no se le haya señalado a ella también entre los homicidas inicialmente.
Según la en extremo inhumana y prepotente contabilidad respecto a los recursos humanos de edad avanzada que María Elena Ríos Elizalde maneja en su provecho financiero propio (cuando menos por estar cobrando un sueldo que obviamente no merece en absoluto), todo esto, todas estas injusticias que, en complicidad con el DIF, la Policía Municipal y la total anuencia del en extremo corrupto alcalde Carlos Felton, ha cometido y sigue cometiendo hasta la fecha en mi contra a fin de silenciar mis denuncias de su homicidio y de sus ya incontables otros abusos, son simplemente un cargo por anticipado, un 2301 meramente preventivo, a fin de no perder en el futuro el privilegio de poder seguir matando ancianos de ese modo y de otros, y que, además, mientras los sigue empujando a la muerte con esa vileza y absoluta impunidad, hasta se le ensalce en público como a alguien que está dedicándose a proteger a gente de edad avanzada, encima de pagársele por ello un sueldo cuando lo que en realidad merece, desde hace muchos años, es ser destituida de ese cargo y ser llevada ante la justicia, suponiendo que haya, al menos, un mínimo de ésta en México en beneficio y retribución de nuestros ancianos, y de los que aquí también se encuentren. Y si no hubiere para ello justicia bastante en México desde el punto de vista jurídico, ya sea por causa de leyes en su demasiado menoscabo o por valemadrista incumplimiento de ellas, o por ambas causas, sería preciso entonces, al menos, hacerla mediante denuncias públicas como esta, por más que incluso este derecho nos esté tratando a ultranza de negar el actual vil gobierno municipal bajo Carlos E. Felton González. Sin embargo, estas denuncias, públicas y a su más amplia extensión posible, son siempre imprescindiblemente necesarias, porque en todos los casos son el más esencial fundamento de que nuestros derechos y obligaciones se hagan valer, de una forma u otra, y se respeten y se cumplan. Y mi hincapié así mismo en las razones preventivas de la denuncia de cualquier modo posible de estas injusticias, es porque si bien no tengo ahora constancia de que María Elena Ríos Elizalde esté matando a otras personas, sí tengo, con base en mi conocimiento y sufrimiento de sus prepotentemente crueles y ya innúmeros abusos (por demás documentados y en gran parte publicados), la plena conciencia de que alguien de tan baja calidad moral es totalmente capaz de continuarlo haciendo, por motivos tan "curiosamente" simples como el quedar bien, o no quedar mal, con gente acomodada que desea matar a algún otro anciano juzgado indefenso, tal como ha ocurrido en este caso con mi padre, o simplemente por cualquier otro motivo (porque razones nunca ha tenido ninguna) y en cualquier otro lugar en el que pueda continuarlo haciendo, como, por ejemplo, en la Casa Diurna de Mazatlán, que peligrosamente ella coordina, para desgracia de sus ancianos que cuando menos ahora hasta expulsados quieren ser de allí por el sencillo y muy cómodo afán de Sylvia Treviño de Felton de continuar encubriendo este vil homicidio. Según María Elena Ríos Elizalde, una persona de INAPAM llevaba de comer a mi papá (es de suponer que por las tardes), mientras esta otra víctima suya, mi padre, continuaba aún sepultada en vivo mediante su prepotente visto bueno a esta palpable forma de homicidio, y mientras él se alimentaba si llegaba a hacerlo en las noches por su cuenta. Al visitar esta casa a mi regreso del D.F. en 2005, encontré en la cocina algunas latas de atún y de jugo, que supongo que alguno de mis hermanos allí le dejó. Esto significa que, en el caso de ser cierto que de INAPAM alguien llevaba de comer a mi papá, esta persona necesariamente debe haberse dado cuenta de que mi papá no podía abrir la puerta de madera por sí solo, y que ella misma era quien la tenía que abrir empujándola cada vez que iba a llevarle de comer. Si realmente alguien de ese prostituto llevó alguna vez de comer a padre, como María Elena Ríos Elizalde ha afirmado, forzosamente esa persona se dio cuenta no sólo con toda claridad, sino hasta repetidas veces de que mi papá estaba encerrado en esta casa sin ninguna posibilidad de salir por sí mismo en cualquier emergencia a procurarse ayuda. Y en este caso hay sólo dos posibilidades: una es que esa persona informó a María Elena Ríos Elizalde en cuanto a esa circunstancia tan crucial y que la coordinadora no hizo nada para resolver este problema,* puesto que mi papá continuó allí hasta su muerte, en las mismas condiciones iniciales, si no es que en peores, con aún mayor alejamiento, por ejemplo, por parte de sus hijos con respecto a él. Y la otra posibilidad es que esa persona que supuestamente llevaba de comer a mi papá no haya informado respecto a ese problema de encierro forzoso a María Elena Ríos Elizalde, y que ésta haya sido la causa del hecho de que la coordinadora no haya hecho nada para resolver ese problema.
Y en este otro caso, por supuesto, la culpa es también de María Elena Ríos Elizalde, en parte por tener a una empleada tan negligente en algo tan vital, y en parte por no haber verificado ella en persona cuáles eran las condiciones en que mi papá estaba siendo echado a un lado, marginado en todos los aspectos, por casi todos sus hijos. Es asombroso que no estando esta casa más que a unos pocos pasos de INAPAM y de la oficina que María Elena Ríos Elizalde ocupa en la entrada de tal prostituto, ella no haya tenido en ningún momento y en ninguno de los días de las semanas que mi papá estuvo aquí abandonado,* la prudencia de verificar personalmente las condiciones de tal abandono, o haya sido tan crédula e irresponsable como para simplemente creer, sin ninguna verificación por parte de ese prostituto o suya, lo que alegremente hayan podido platicarle mis hermanos al respecto, a quienes además no conocía es preciso señalarlo más que por la forma muy "considerablemente" menos limitada verdaderamente desahogada económicamente con que desde mucho tiempo atrás y hasta la fecha visten y se transportan en comparación con como nuestro padre podía hacerlo y era presentado.
En este caso, su actitud fue tan irresponsable que obviamente ni siquiera dio importancia suficiente a los riesgos que ello podía implicar para su carrera, y no ya por la compasión de la que obviamente en extremo carece. Y la explicación a esta en extremo descarada aberración es muy sencilla: lo hizo simplemente porque cuando mis hermanos fueron, muy campantemente,* a informarle que iban a dejar aquí, a un lado, a mi papá, ella, totalmente consciente de las muy probables consecuencias de tal inhumano abandono, se vio ante las opciones de quedar bien con dichas personas aceptando el homicidio, para al mismo tiempo no atraérselos como enemigos, o rechazar esa injusticia a riesgo de atraerse como enemigos a personas que, a juzgar por sus carros y manera de vestir al presentarse, eran de una posición acomodada económicamente, mientras mi papá era, obviamente, simplemente un individuo que a lo más tenía donde caerse muerto; sin más posesión, materialmente visto, que esta humilde casa en que lo sepultaron vivo.
Ante esta perspectiva, María Elena Ríos Elizalde vio muy fácil la "solución", y más probablemente ni siquiera le pasó por la cabeza que ello pudiera ser un problema: si por un lado estaban los hijos que vivían acomodadamente y por el otro estaba solamente un "pobre diablo" (como ella obviamente lo vio, a juzgar por su manera de tratarlo, o mejor dicho de ignorarlo casi por completo todos ellos) que ni sus propios hijos querían, y que por lo tanto nadie iba a defender durante ni después del homicidio, la injusticia podía cometerse sin riesgo ninguno. |
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La decisión de este homicidio fue para ella, como para mis hermanos/as, tan fácil de tomar, con base simplemente en inmediatos cálculos económicos, que esto es muy evidente en la tranquilidad con que ella misma, María Elena Ríos Elizalde, me lo platicó, en las dos ocasiones en que en diciembre de 2007 le hice al respecto unas pocas preguntas, como puede escucharse en las siguientes grabaciones de ello: A pesar de la obviedad extrema de la culpabilidad de INAPAM en este muy serio delito, y de la cual en el gobierno responsable de ello están plenamente conscientes a juzgar por sus innúmeras acciones prepotentes en mi contra desde mi publicación de estos hechos señalando a mis hermanos como culpables, nunca señalé públicamente ni en privado, ante nadie y ni siquiera ante mí mismo con el pensamiento, esa en extremo evidente culpabilidad de ese instituto. Y nunca mostré ni el más mínimo resentimiento hacia nadie de INAPAM o el DIF. No comencé a señalar su culpabilidad, sino hasta que INAPAM me obligó a hacerlo, por medio de los múltiples abusos que sistemáticamente empezó gente de ese instituto a cometer en contra mía desde el 30 de agosto de 2013 (y muy probablemente desde antes). Tan sólo poco más de un día después de ese creciente inicio de otros ya incontables prepotentes y muy descarados abusos cometidos, hasta la fecha todavía (mayo de 2014) en mi contra por María Elena Ríos Elizalde desde INAPAM, en complicidad con la Policía Municipal, tan célebre por las maneras tan extremamente injustas y brutales con las que normalmente procede, el DIF y su en extremo prepotente presidenta Sylvia Treviño de Felton y, por supuesto, el alcalde de Mazatlán Carlos E. Felton González, tan distinguido por su extrema ineptitud y corrupción, el 28 de agosto de 2013, entre las 8:04 y las 8:18 horas de la noche, mi conexión a Internet y mi teléfono fueron cortados por completo, lo cual fue inesperado para mí, puesto que no había una falta de pago de esos servicios que lo justificara. Durante las semanas siguientes hice una serie de reportes por teléfono a MegaRed, la compañía ISP (llamada también MetroCarrier, y más conocida como MegaCable) con la que tengo contratados esos servicios, y, puesto que inexplicablemente no se me reconectaron ni el Internet ni el teléfono, también reporté repetidas veces esa suspensión personalmente, para lo cual tuve que dejar de trabajar varios días, hablando con varias personas de esa empresa, entre ellas, varias veces, el gerente, Iván D. Arámburo Acosta. Durante las semanas siguientes, Iván Arámburo varias veces me aseguró que iban a reconectarme los servicios pronto. Sin embargo, no lo hicieron sino hasta después de todo un mes, el 28 de septiembre, después de que por correo electrónico reporté el problema a varias organizaciones de defensa de los derechos humanos (Amnistía Internacional, Human Rights Watch, entre otras), enviándole copia a él, y después de que tuve muchas pérdidas económicas y de otras índoles por esa injustificada desconexión y por los días que dejé de trabajar vendiendo libros para poder reportar personalmente ese problema, con la esperanza de que así por fin en MegaRed actuaran responsablemente al respecto. Como si eso fuera poco, entre el 28 de septiembre y 8 de noviembre, MegaRed me desconectó el Internet y el teléfono en otras dos ocasiones, sin que yo haya dejado de pagarle en ningún momento; y por ello entre el 28 de septiembre y el 11 de noviembre estuve privado de esas conexiones 11 días más. Durante estas otras dos desconexiones, me vi obligado a hablar y tratar de hablar otra vez varias veces personalmente con empleados y con el gerente de MetroCarrier, Iván Arámburo Acosta, de manera por completo inútil en casi todas las ocasiones, mientras Iván Arámburo se escondía y trataba de esconderse cuando yo llegaba, lo cual quedó muy evidentemente constatado en cuando menos una de las grabaciones de audio que de ello hice, todas las cuales, por supuesto, voy a publicar también. Desde entonces, y en medio de muchos y muy serios abusos cometidos por el gobierno de Mazatlán en mi contra, me he visto privado de mis conexiones a Internet y telefónicasin haber dejado de pagar a MegaRed con creciente frecuencia por lapsos de entre unos minutos y muchas horas, causándome así esa empresa aún más problemas, cuando menos hasta el día 8 de abril de 2014, cuando, en vista de que tratando de reportar estos otros problemas no se resolvía nada, y de los injustamente irresponsables antecedentes de MetroCarrier cuando menos en relación conmigo, añadí en cuanto a mi autobiografía en Internet Archive las siguientes etiquetas al respecto: MegaRed abusivamente censura denuncias de graves violaciones de derechos humanos cometidas en México; MetroCarrier abusivamente censura denuncias de graves violaciones de derechos humanos cometidas en México; MegaRed irresponsablemente censura denuncias de graves violaciones de derechos humanos cometidas en México; MetroCarrier irresponsablemente censura denuncias de graves violaciones de derechos humanos cometidas en México; Desde entonces y hasta el 11 de mayo de 2014, la frecuencia de tales injustificadas desconexiones se redujo, si bien en su lugar desde ese día de mayo surgió en mi computadora otra anomalía no menos dañina que tales abusos, consistente en que, con tanta frecuencia como tales desconexiones, la hora e incluso la fecha en el reloj de mi computadora fue a diario cambiada, sobre todo durante mi ausencia, causándome así serias dificultades en mi grabación de los videos de vigilancia de los abusos que INAPAM, el DIF, la Policía Municipal y los Gaeta Ibarra a diario siguen cometiendo ante mi casa. Y habida cuenta de los lamentables antecedentes de esa empresa contra la libertad de expresión y la justicia, es de señalar, muy razonablemente, que el principal sospechoso de esta otra nociva "anomalía", por así llamarlo, es MegaRed obviamente. Desde el 23 de mayo de 2014, pocos días después de mi publicación del párrafo anterior, MegaRed, como tratando de aclarar que según ellos la solución para su censura no es denunciarlos también a ellos, sino simplemente dejar por completo de denunciar cualquier atropello, reanudó sus abusos mediante múltiples desconexiones, ahora con mucha más frecuencia que antes, a la vez que continúan cambiando a diario la hora en mi computadora. Obviamente esto es razón de sobra para denunciar esto también más extensamente. Este archivo será actualizado con mucha más información próximamente.
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